Han pasado varias semanas desde el comienzo del confinamiento, y cada día que pasa es un grado más que se inclina la pendiente que nos llevará a la meta: alcanzar la nueva normalidad. Los efectos del aislamiento se notan cada vez más a la par que aumenta su intensidad: estamos más cansados, más irascibles y sentimos una mayor ansiedad. Numerosos profesionales advierten de las importantes consecuencias que esta situación va a provocar en la salud mental de la población.
Según David Baranger, neurocientífico de la Universidad de Pittsburg, un nuevo estudio del MIT y el Instituto Salk para Estudios Biológicos revela la reacción cerebral de las personas que son sometidas a un aislamiento forzado.
Si bien el estudio cuenta con una muestra reducida de 40 personas, los resultados que arrojan son, cuanto menos, interesantes. El experimento consistió en observar la reacción de la parte del cerebro encargada de hacernos actuar para obtener recompensas ante la visualización de diferentes fotografías, entre las que se encontraban algunas de comida y de situaciones sociales. Se compararon tres grupos: uno al que se le sometió a un ayuno de diez horas, otro al que se le privó de toda interacción social durante el mismo tiempo, y otro al que no se le impuso ninguna condición (grupo control).
Se demostró que, efectivamente, existía una reacción similar de las zonas del cerebro involucradas en el mecanismo de refuerzo de las personas pertenecientes a los dos primeros grupos ante las instantáneas de aquello de lo que se les había privado. También se evidenció que, cuanto mayor era el deseo, mayor era la respuesta.
A la luz de estos resultados y sabiendo que no es lo único que sucede en nuestro cerebro, cabe preguntarse: ¿cuál será la magnitud que alcancen estos efectos tras semanas sin apenas salir de casa? No hay duda de que las redes sociales ayudan a mantener la conexión con otras personas, pero aún no se ha estudiado si tienen un impacto positivo en los casos de aislamiento como el que estamos viviendo. Además, hay que tener en cuenta que la situación no conlleva aislamiento social exclusivamente, sino que a esto se le suman diversos estresores tales como la incertidumbre y el cambio de rutinas.
El cúmulo de estas circunstancias y su extensión en el tiempo puede llevar a que las personas se encuentren más desmotivadas y distraídas en su trabajo, lo cual puede generar un aumento del riesgo de incidentes internos. Por ello, es necesario que las empresas se comuniquen con sus empleados, resolviendo las posibles dudas que puedan surgir para reducir así la ansiedad que pudiera derivarse de ellas.
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